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domingo, 4 de abril de 2010

EL TABÚ DE LA VIOLENCIA

─ para reflexionar en grupo ─

1. Masticando la violencia

Quiero aquí sacudirme el tabú de la violencia. Tomar ésta entre mis manos y manejarla, observarla sopesarla apretujarla entre mis dedos. Quiero que la palabra violencia pueda entrar en mi cabeza para entenderla, ajusticiarla. Y la quiero pronunciar sin temor con todas sus nueve letras en diferentes tonos e intensidades. Masticarla en sílabas. En otros idiomas.Decirla bajito decirla gritando: Violencia violencia violencia, sin que por ello ya se me tache de “violento” o terrorista. En verdad es una palabra grave, pero quiero quitarme el tabú. Porque se le ha puesto un significado peyorativo, despreciable, intocable, impronunciable para evitar la liberación de los pobres. Quiero conjugarla en distintos tiempos, combinarla con otras palabras, encontrarle sinónimos, escribirla en mayúsculas con el lápiz bien recargado. Y escribir curiosas expresiones: ¿Paz violenta? ¿Violencia pacífica?, más otras que también me mueven a la reflexión.

2. La V de la violencia

Descubro distintos estilos de violencia. Gente de blanco que creí pacífica… ¡ellos mismos se creían pacíficos! Veo la violencia del silencio. La indiferencia es más violenta aún. Veo violencia por doquier, en especial la que da lugar a la pobreza… es institucional. La veo en las leyes injustas y en las quebrantadas; en los gobernantes autoritarios; incluso en las pesadas cargas religiosas. Veo violencia en la distribución de la riqueza, en el acaparamiento y el despojo; en la intimidación y el miedo. Estructural y sistemática es. Es una violencia de opresión social que viola cotidianamente los derechos humanos, ya por costumbre, ya por cualquier cosa, pero todos se persignan al pronunciarla. Gobierna la V de la violencia y de repente todo se mueve violentamente. Mediante ella se oprime al hermano aunque también se consigue la paz, se odia y se ama. Mediante la violencia se sale en defensa del otro. Mediante la violencia se somete al pobre, pero éste la tiene prohibida: el pobre ha de mantener la cordura y olvidarse de conseguir la paz. Empero, por todo esto también los pobres se violentan ya; y su organización asusta, también es sinónimo de violencia.

3. Desconociendo la violencia

Me acerco al tabú de la violencia, y ¿qué me dice?: Lo que se obtiene con violencia, sólo se puede mantener con violencia, afirma Mahatma Gandhi. La violencia es el miedo a los ideales de los demás. Y dice: La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia. Por su parte, el escritor ruso Isaac Asimov reflexionaba, La violencia es el último recurso del incompetente. La violencia, afirma el escritor español Antonio Fraguas, es miedo de las ideas de los demás y poca fe en las propias. Las antipatías violentas son siempre sospechosas y revelan una secreta afinidad, decía el escritor inglés William Hazlitt. Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia, afirmó el ruso Leon Tolstoi. Mientras que el negro estadounidense Martin Luther King pregonaba: La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve. Por su parte, las citas bíblicas en torno a la violencia son innumerables, muchas a favor, otras en contra.

4. La violencia primera

Y como éstas, muchas otras sentencias han sido proclamadas o manipuladas en la historia, ignorando la naturaleza, el significado y el derecho humano a la violencia y a la rebelión. ¿Será porque conocen o intuyen su verdadero significado? ¿Son los pobres quienes promueven esa campaña anti=violencia? Naturalmente no. Quienes lo pregonan, hipócritamente, suelen ser aquellos que en la violencia ven amenazados sus privilegios, y de ahí la masa de pobres que lo creemos. Se trata de una represión ideológica. En realidad son esos privilegiados quienes ejercen todo el tiempo la violencia, una violencia opresora. La ejercen para enriquecerse y defender su opulencia, mientras a los pobres les queda prohibido. Esa violencia opresora aparece primero en el despojo, el desalojo, el robo, origen de la riqueza capitalista:* El corazón capitalista frunce el ceño, se abalanza sobre lo ajeno y, una vez instalado viene la sonrisa hipócrita, la “amistad”, quiere la concordia... De inmediato levanta sus leyes respetando mucho la propiedad privada, que ahora es “su” propiedad… para seguir robando, legalmente.

* Kart MARX, Manuscritos filosóficos.

5. La violencia opresora

Así ha pasado con la tierra y demás recursos naturales, con el trabajo en la fábrica, en el comercio. Que digan los indígenas, los campesinos, los obreros si no es cierto. Vemos la violencia a diario en las guardias blancas, en los grupos caciquiles, paramilitares y desde luego en las fuerzas policiales y del ejército. A base de violencia se defienden y entonces, eso que decía Gandhi les queda bien: Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia. Por ende, la violencia armada y represiva del gobierno tampoco sería eficaz, pero sí lo es. Y las demás frases mencionadas ¿a ellos no se les aplican? ¿Alguien que aplica la violencia puede criticarla? El pueblo reclama tanto esos medios violentos como sus fines: la injusticia que con ellos pretende instalar el opresor.

6. La razón no vence la fuerza

Entonces, quienes tienen el poder pueden ser violentos, los pobres no. Bonita cosa. Cómico e infantil es todo esto. De aquí la necesidad de sacudirse ese tabú que ideológicamente se ha venido imponiendo a lo largo de la lucha de clases. Decía Argala:* La burguesía recurre a las armas cuando ve en peligro sus privilegios, lo que induce a pensar que si la clase obrera no se plantea el problema en términos semejantes, tendremos ocasión de presenciar muchas matanzas y pocas revoluciones. Y no vayamos tan lejos, el revolucionario oaxaqueño Ricardo Flores Magón lo decía más lapidariamente: A la fuerza no se la vence con razones, a la fuerza se la vence con la fuerza. Y qué cierto estaba, porque no fue la razón lo que derrotó a la dictadura de Porfirio Díaz, fue la fuerza. Es que el diálogo no cabe para quien genera la violencia; y quien responde violentamente es porque encuentra el diálogo agotado, o mejor dicho, porque en realidad no hay diálogo. San Agustín decía: Quienes hacen imposible la revolución pacífica, hacen inevitable la revolución violenta.

* Cfr. José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala (1949=1978). Autobiografía.

7. Violencia en potencia y esencia

Cierro mis ojos y me descubro violento. Muy violento. Sólo por la violencia latente en mis armas de ira, envidia, egoísmo, soberbia, pero también de amor, fe, justicia, conciencia social… lo cual me puede violentar ante las injusticias. Y su sola posibilidad es ya violenta, porque viola mi estado indefenso ante el opresor: soy violento porque me puedo defender. Porque estoy armado de sentimientos humanos y pensamientos subversivos. Si usted, estimado lector, observa su ser y su existencia, es en sí mismo violento en cuanto viola el vacío que ocupa en el mundo. Violando la nada soy violento por el simple hecho de ser; y mi forma de ser anula, excluye aquellas formas que no son en mí. Así las cosas, hasta el Espíritu Santo resulta violento. Más aún, el día de hoy ya no es como ayer, y así, todo presente viola el pasado pues las cosas van cambiando con el tiempo. Es el tiempo un gran violador del ser humano y de la naturaleza que nos rodea. La naturaleza es una gran violadora de sí misma, y por ende usted, como yo, también se viola a sí mismo de un momento a otro.

8. El rencor social

La violencia es también una mezcla explosiva donde figura desde luego el rencor social; la ira acumulada ante el autoritarismo y la prepotencia gubernamental, el continuo engaño y el cinismo, la desigualdad y los privilegios de una clase social a costa de los marginados. Es el odio ante la impotencia de siempre salir perdiendo y de la continua violación a los derechos humanos, una degradación social sin precedentes. Un rencor que no se puede reprimir, de años, de siglos, que amenaza seriamente el poder. Es la ira fermentada, la rabia social que los opresores tratan de calmar mediante distintos medios ideológicos que promueven la resignación, la paciencia, la prudencia, la distracción y la mentira, la esperanza en la otra vida, el “amor” al enemigo, el voluntarismo de la “superación personal”. La violencia es cosa delpasado, dicen, porque saben que donde no hay irritación no hay combate –en palabras del papa San Zósimo (350=418 d. C.).

9. El derecho a la violencia

Abro los ojos y sigo pensando. Todas las guerras de independencia han sido eso, guerras, y gracias a ellas surgieron las naciones de la actual América Latina con cierta libertad y soberanía. Luego han venido otras revoluciones que buscan avanzar en la justicia social o recuperar los logros que se van perdiendo. Todas estas rebeliones son violentas porque violan el orden establecido que pisotea el bien común. Qué inaceptable sostener que ya no deba haber rebeliones armadas arguyendo que es una etapa superada de la humanidad, sobre todo si existen tantas injusticias y si lo dicen quienes ambicionan el poder. Porque la violencia es parte de nuestra supervivencia y del ser humano; y como rebelión, la violencia es un derecho natural que en su concepto más flaco significa libertad, justicia, paz. ¡Qué modos de decirlo tenía Flores Magón en “El derecho de rebelión”!* Pero ¿qué dicen las leyes mexicanas?

* Cfr. Ricardo FLORES MAGÓN, El derecho de rebelión, “Regeneración”, 10=sep=1910. Semilla Libertaria: 1.13=15.
Cfr. Antología, UNAM, 1972, p. 3=5. Y ver “Elementos de la democracia”, 22; abril del 2003.

10. Rebeldes no: la ley

El artículo 39 constitucional a la letra dice: La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno. Mas no se emocione el lector, pues dos párrafos abajo, en el artículo 41 se establece que sí, pero sólo a través de los diputados y los senadores: El pueblo ejerce su soberanía por medio de los poderes de la unión. Luego, en el artículo 135 remacha que sólo mediante ellos se pueden hacer cambios a la constitución. Y no es todo, con el artículo 136 se corona la Carta Magna, el autoritarismo y la represión jurídica: Esta constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que por cualquier trastorno público se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se establecerá su observancia, y, con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieran expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta. Pero, ¿no es la revolución el pueblo mismo?

11. Los frutos de la violencia rebelde

¿Y qué dice la historia? Gracias a la rebelión armada los mexicanos nos independizamos de España, contra la esclavitud. Con violencia los liberales vencieron al dictador Santa Anna en 1845. Mediante las armas se defendieron las Leyes de Reforma que dieron lugar al estado laico entre 1858 y 1861. La rebelión y la violencia de Benito Juárez expulsaron al imperio francés en 1867. La rebelión armada derrotó la dictadura de Porfirio Díaz en 1811. Gracias a la rebelión y a la violencia de Venustiano Carranza fueron expulsados los estadounidenses de Veracruz en 1914. Diversos artículos constitucionales se han cambiado a favor del pueblo, y muchas demandas populares han sido atendidas por los gobernantes gracias a la rebelión y la violencia. Mediante la rebelión armada el pueblo de San Salvador Atenco conservó sus tierras ejidales. Y por lo mismo los indígenas zapatistas fueron objeto de la atención mundial. Nada de esto fue producto del diálogo y la cordura. No venció la fuerza de la razón sino la razón de la fuerza.

12. Los frutos de la sumisión y la “cordura”

En cambio, con ayuda de la sumisión y la cordura muchos indígenas aceptaron el yugo español. Por resignación muchos campesinos lamieron la coyunda del porfiriato. Por sometimiento a las leyes cuántos trabajadores son explotados por el patrón. Apoyado en la sumisión, un mismo sistema de gobierno ha ido creciendo e imponiéndose hace más de 75 años, incluso desde las entrañas mismas de la Independencia y la Revolución Mexicana. Sobre las espaldas del pobre agachado se escriben las leyes que legalizan la desigualdad, la represión, la injusticia, la impunidad. Por la blandura del pueblo se han entregado a los extranjeros las empresas estratégicas de la nación como el petróleo, gas, energía eléctrica, tierras, biodiversidad, agua, servicios carreteros, telecomunicaciones, bancos, servicios de salud, seguridad pública, políticas de gobierno y soberanía. Por la sumisión y la cordura existen 80 millones de pobres en México. Por sumisos el bien común es ahora privada y exclusiva propiedad.

13. La rebelión genera justicia

¿Las revoluciones traen mayor violencia e injusticias? Definitivamente no, pese a lo que afirman los intelectuales que buscan acomodarse o ya están en el actual sistema de privilegios. Es la contrarrevolución la que genera otra vez la violencia. No han sido las revoluciones la causa de nuevas injusticias, sino la ambición de quienes insisten en apoderarse del bien común. Lo hemos visto claramente en las Juntas de Buen Gobierno zapatistas, donde la violencia de la autonomía ha dado frutos de reconciliación, paz, organización y desarrollo comunitario;* es la contrarrevolución la que genera la violencia de represión a estas luchas autonómicas. Y aunque la violencia rebelde no elimina la violencia opresora, esto es muy diferente a generarla. Porque tan pronto los rebeldes se debilitan, los opresores se reacomodan. Entonces la rebeldía no genera más violencia; más bien ha dejado suelto al opresor, origen de la primera violencia y verdadera causa. Hay una violencia que mata y otra que da vida.

Cfr. Subcomandante Marcos, Ver un video, 6ª parte; La Jornada, 25 ago 04.


14. Unión y división, ambas violentas

Ahora bien, el debilitamiento rebelde viene de su división interna y de su aislamiento entre otras cosas. Porque si los rebeldes se mantienen unidos e intachables, dejan sin efecto a la violencia inicial, que es la violencia opresora del despojo, siempre mayor, en sus diferentes y muchas veces sutiles manifestaciones. Ciertamente numerosos rebeldes se han vuelto también opresores, mas no es culpa de la revolución armada sino de las debilidades humanas, la división y la desorganización. Esto sucedió en Nicaragua al triunfar la insurgencia sandinista, pues la conducta disoluta de algunos líderes que ocuparon el poder desmoralizó con frecuencia al pueblo revolucionario; pero las armas no fueron la causa de ello ni del fracaso socialista; y mucho tuvo que ver, es bien sabido, el aislamiento que provocó el embargo económico fomentado por los Estados Unidos para que se hundiera el nuevo gobierno; y claro, faltó la solidaridad de otras naciones oprimidas. Tal es la violencia opresora, la que comienza, la que provoca.

15. La violencia liberadora es justa

Así que la violencia original, irracional, es la que genera rebeldía y más violencia. En cambio, sólo la rebeldía bien organizada puede ponerle un alto. Y qué justa es, tanto cuanto significa la liberación de las mayorías. De aquí que, si quiere usted paz, prepare la guerra, pues vivir sin violencia no significa vivir sin rebeldes, significa vivir sin opresores en el poder. Así de sencillo. Así de complicado, porque unirse para eso no es fácil, y menos mantenerse unido cuando la contraparte se empeña en dividir. Entonces, un paso obligado de la liberación es identificar claramente a los opresores y analizar cómo ejercen la violencia, para desbaratar su sistema sin heredar vicios. Pues sí, violentamente. Esto es la concientización popular, y para eso el análisis de la realidad social. Nada más violento que la rebelión y la violencia con argumentos.

16. Los escrúpulos religiosos

No conforme, me dispongo a tocar fibras sensibles de la ideología popular para sacudirme en definitiva el tabú de la violencia. Y estas fibras tienen su origen en la religión. No lo hago como gran teólogo, sólo con sentido común. Así, pues, siendo nuestro pueblo un pueblo cristiano, y católico, lo primero que me viene a la mente es el Sermón del Monte, donde Jesús invita a amar a los enemigos y a poner la otra mejilla en lugar de la venganza. Esto genera muchas confusiones y contradicciones en el evangelio, porque en otros momentos Jesús defiende al agredido y encara fuertemente al agresor, como el caso de la mujer adúltera. A lo largo de los evangelios sale por el oprimido y no le dice, ¿Te falla un ojo?, ahora que te falle el otro; viene a anunciar la liberación de los oprimidos. Luego entonces, aquel Sermón debe ser entendido de otra forma.*

* Cfr. Mt 5 38=42; Lc, 4, 18s.

17. Venganza no

El evangelio no promueve la sumisión, fomenta el amor al enemigo. Pero ¿cómo se ama al enemigo? ¿Permitiéndole exterminarme? No con venganza –aclara–, sino con perdón, siendo más misericordioso que justo. Y no un perdón nada más porque sí, sino uno más difícil que implica el arrepentimiento sincero del otro, un perdón rara vez posible. Debe, pues, existir un arrepentimiento y un perdón.* Si no los hay, evítese la venganza personal –se exhorta–, siendo las leyes comunitarias las que actúan en consecuencia, aplicando la Ley del Talión en pro de la justicia, no vengándose: ¿Te robaste un chivo?, paga un chivo. Una justicia más noble que la nuestra, porque en nuestros días se paga el daño y además una sanción. Luego entonces, la venganza resulta tan abominable en el evangelio, que se entiende más algo tan absurdo como es poner la otra mejilla... a fin de cuentas el evangelio se comprende mejor desde el corazón.

* Cfr. Mt 5, 43s; Lc 17, 3s.

18. El Dios violento

Era necesario comentar estas cosas para afirmar que la violencia rebelde del pueblo oprimido no contradice al cristianismo, puesto que no se trata de venganza sino de liberación. Con violencia Dios liberó a los israelitas en Egipto, una salida violentísima como ninguna. La insurrección de Judas Macabeo acabó violentamente a los ejércitos del rey griego Antíoco IV, con la ayuda del Señor. Con violencia expulsó Jesús a los mercaderes del templo empuñando un látigo. Violentas y rebeldes eran sus enseñanzas ante el orden político y religioso de aquellos años. Yo he venido a prender fuego en el mundo, ¡y cómo quisiera que ya estuviera ardiendo! No he venido a traer paz sino guerra. Ahora, quien no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una. Era Jesús muy violento y muy rebelde todo él. Y en la Biblia frecuentemente se habla de la ira de Dios. Vaya, dicho popularmente, es el derecho al encabronamiento cuando la tolerancia llegó a su límite. Todavía más, muchos han seguido los designios del cristianismo en contra de su voluntad –se quejaba el propio Jesús–, mientras otros le han fallado haciendo el mal, también contra su voluntad, decía San Pablo de sí mismo… se trata de una espiritualidad violenta. *

* Cfr. Ex 7=11, 14. 2 Mac 8, 20. Jn 2, 13=16. Lc 12, 49=53; 22, 35ss. Mt 26, 36=46. Ro 7, 7=25. Cfr. José Ignacio
GONZÁLEZ FAUS, S. J.; Jesús y los ricos de su tiempo; CRT; México, 1987.

19. Justificaciones de la violencia social

De modo que la violencia en sí misma no es mala. Malo es cuando viola el principio y fundamento de la creación: el bienestar del ser humano. Incluso, desde la Edad Media, ha sido la Doctrina Social Cristiana de la iglesia católica la que ha puesto sobre la mesa las condiciones que validan la violencia en contra de la tiranía o de la guerra, a saber: a) una causa justa y grave; b) los otros medios para alcanzar el fin están agotados, sin éxito; c) el daño que se causa con estos medios violentos no es mayor que el daño que se pretende quitar; d) debe existir probabilidad de éxito; y e) ultimátum previo.
*Y hay en la actualidad una razón más, aceptada tanto por el más piadoso como por la ley más tirana: la violencia en defensa propia. Analicemos cada una de ellas.
* IMDOSOC, Manual de Doctrina Social Cristiana, México, 1989, p. 309.

19-a. Una causa justa y grave

¿Acaso no es justa la causa de 80 millones de mexicanos en la pobreza? ¿No es justa la causa de miles de niños que mueren de pobres cada día, hambrientos, o porque les faltó una sencilla medicina? No puede ser injusta la causa de aquellos que nacen pobres, con el futuro cancelado y destinados a la miseria; aquellos que ya nacieron cansados y desnutridos. Es justa la causa de los millones de desempleados que habitan en este país gritando, ¡por favor explótenme! Más que justa es la causa de los miles de trabajadores defraudados y traicionados en sus prestaciones laborales. Más que justa es la causa de miles de ancianos desprovistos de los más elementales derechos humanos. No puede ser injusta la causa de las familias desintegradas por la migración. Ni es injusta la causa de las sesenta y dos etnias que reclaman autonomía y derechos humanos para los indígenas en este país. Muy justa la causa de miles de campesinos que no encuentran tierra para trabajar, ni mercado para sus productos en el mejor de los casos. Justísimo la causa de los empleados explotados con sueldos de hambre.
Se trata de una guerra institucionalizada de “baja” intensidad. ¿Es injusto que los mexicanos reclamen mejor distribución de la riqueza? ¿Y defender la soberanía nacional frente al imperio de las empresas extranjeras? ¿Injusta la causa de los presos políticos, de los torturados? ¿Es injusta la madre que clama por su hijo desaparecido? Todas éstas son causas muy justas y muy graves.

19-b. Agotadas las vías pacíficas

La organización ciudadana encuentra innumerables obstáculos para solucionar sus problemas. Muchas vueltas nos han hecho dar en vano las “autoridades” por un papel o para atender una solicitud. Véngase mañana, nos dice cualquier funcionario público. Su expediente está incompleto. Oficios van, vienen y las cosas no se resuelven. Las promesas de campaña no se cumplen. ¡Veamos al futuro, olvídense del pasado!, exhortan en sus discursos. Los acuerdos del “diálogo” son tirados a la basura. Y los caminos legales para solucionar algún problema se convierten en un laberinto de enredadas maniobras donde sólo con dinero se puede salir. Las manifestaciones públicas, las marchas, mítines, lejos de ser escuchados son reprimidos. Los foros las consultas, una pantomima. Los representantes “populares” ya sabemos lo que representan. Los partidos políticos resultan totalmente ajenos y contrarios a la democracia. Y muchas vías pacíficas ni existen, como el referéndum o la revocación de mandato, el plebiscito, etc.

19-c. Los daños de la rebelión son menores

Y encima de todo hay que poner buena cara. Quiere el gobernante que nadie levante la voz, menos la mano; y los puños están atados por el tabú de la violencia. Pero los mexicanos estamos hartos de la sumisión y de morir en la cordura. Hartos del Si, patroncito, ¿Qué quiere la señora? La rebelión es la única salida para sobrevivir y nada puede resultar peor a la violencia institucionalizada que aniquila día a día a los mexicanos. Máxime si la ciudadanía se organiza para la rebelión y es consciente; máxime cuando es avalada y apoyada por las mayorías del pueblo, cuando la entiende cualquiera; máxime si el pueblo entero es el que se levanta, porque entonces la armas no necesitan dispararse. Ninguna rebelión ocasionará peores frutos que los ocasionados por la sumisión y la cordura. Ninguna podrá representar tantas pérdidas como lo es perder la nación entera en manos de las potencias transnacionales y del imperio estadounidense.

19-d. El éxito de la rebelión

Toda rebelión es exitosa en sí misma, porque se ejerce un derecho. Y porque genera concientización ciudadana: el desinformado ahora sabe, el que no pensaba ahora piensa, el que dudaba está seguro. Sobre todo, cuando la revolución es inevitable, inevitables son sus frutos, dice la historia. Mas no son estas las justificaciones que se piden, sino ¿de verás hoy habrá mayor justicia social con la violenta rebelión? De suyo, la mayoría de las manifestaciones violentas del pueblo tienen éxito en nuestro país: las organizaciones logran sus objetivos y los gobiernos se ven obligados a detenerse y hacer ciertos cambios. Aunque desgraciadamente reina la ley del más fuerte, ya que a veces la puerca se echa para darle de comer a un solo cochinito muy chillón, dicen en el campo y así, al que más chilla a ése atiende el gobierno, el más violento logra sus objetivos. Y entre más grande es la rebelión mayores son los frutos, principalmente cuando existen bases de apoyo, unidad, y se está dispuesto a dar la vida (ver numerales 22 y 23). Es que el gobierno no entiende de otro modo.

19-e. Ultimátum

Cuando el gobierno termina sordo y ciego a la realidad, no hay ultimátum o advertencia que valgan. No vamos a ceder a las provocaciones, se nos dice. En este caso, es la realidad misma la que va forjando un ultimátum que el gobierno no ve. Las condiciones se van dando, las va dando el propio gobierno en su afán voraz por mantener e incrementar su poder y riqueza.
Además, al capitalista no le importa el destino del mundo ni otra cosa que su bienestar personal: Después de mí, el diluvio, piensa, mientras el ultimátum sigue forjándose: Al principio son tomas simbólicas, clausuras simbólicas, juicios simbólicos, pero el gobierno ni los ve ni los oye. Y luego vendrán leyes simbólicas, autoridades simbólicas, expropiaciones simbólicas y nuevos repartos también simbólicos; órdenes de aprehensión simbólicas donde seguramente figurarán Vicente Fox y Martha Sahagún, los ex presidentes, Francisco Gil, Santiago Creel, algunos banqueros y otros empresarios, magistrados, muchos diputados, senadores y todo aquel que se considere traidor a la patria… Todos estos son ultimátums que el gobierno no quiere ver. Hasta que la situación estalle y lo simbólico se haga realidad.

20. En defensa propia

De manera paralela, los grupos armados van en aumento a medida que el capitalismo y el neoliberalismo avanzan; a medida que se cierran las puertas del diálogo y se imponen leyes, programas y políticas de gobierno que sólo favorecen a los empresarios inversionistas; a medida que la pobreza es resultado de la riqueza acumulada en una clase política y empresarial; a medida que crece el descrédito y la repugnancia al sistema electoral de partidos, a los gobernantes… en suma, a medida que el gobierno se las ingenia para que nazca una nueva revolución. Crecen los grupos armados tanto cuanto hierve la conciencia ciudadana, reventándose las ataduras del tabú de la violencia; a medida que se unen las organizaciones populares; en la medida que esta realidad no puede ser la cúspide de la historia y la gente se niega a dejar en la injusticia la última palabra. Se trata en pocas palabras de un movimiento armado en defensa propia.

21. Ochenta y tres grupos armados *

Ahora se entiende porqué en el 2004 existen por lo menos 83 grupos armados en 22 entidades del país, según lo reconoce el propio gobierno en un reporte confidencial de la Coordinación General de Inteligencia para la Prevención, de la Policía Federal Preventiva: 23 en Guerrero, 13 en Chiapas, 9 en Oaxaca, 4 en Campeche, 3 en Puebla, 3 en Veracruz, 3 en Chihuahua, 3 en San Luis Potosí, 2 en Nayarit, 2 en Morelia, 2 en Tamaulipas, 1 en Guanajuato, 1 en Colima, 1 en Querétaro, 1 en el Distrito Federal, 1 en Michoacán, 1 en Aguascalientes, 1 en Tlaxcala, 1 en Sonora, 1 en Sinaloa, 1 en Baja California Norte y 1 en Baja California Sur. Es que mientras hayan injusticias la paz sólo puede ser un mito y, vaya, sin justicia no puede haber paz pues significan lo mismo.

* Cfr. Revista La Crisis, 12 de abril del 2004; p. 18.

22. Bases de apoyo, imprescindible

Asimismo, esta violencia va creciendo a medida que crecen las bases de apoyo, es decir, en la medida que la insurgencia recibe la comprensión y el apoyo del pueblo, aunque no se adhiera a la militancia. Esto es imprescindible. Y entre más gente piensa con el estómago vacío, esta concientización va dándole a la violencia de la rebelión una fuerza incontenible. Es el clamor popular. Ya no es aquel grupo aislado que en las armas veía la única salida. No, a medida que la conciencia social va aumentando, las armas bélicas se van haciendo innecesarias. Es la fuerza de la organización, la organización de la esperanza. Esto es lo que ha pasado con la insurgencia zapatista: llegó un momento en que la sola unidad era más poderosa que los rifles; así que tomaron el azadón, la hoz, el martillo, los machetes y se pusieron a trabajar, construyendo una nueva realidad a contrapelo del “estado de derecho”, nuevas leyes y un nuevo gobierno donde el que manda, obedece: obedeciendo la voluntad popular.

23. ¿Prudencia revolucionaria?

De esta manera me he sacudido ese tabú de la violencia y me siento más libre más pleno, más humano más en paz. Sólo queda por decir en este pequeño espacio, que muchas virtudes requiere el revolucionario, entre ellas la prudencia. Sin embargo, ésta no le llevará a la violencia y a la rebelión que lo han de liberar. La valentía sí. Porque la prudencia se agazapa; la valentía se arroja. Bien decía Aristóteles que la prudencia es más propia de los gobernantes,* de los conservadores, no de los revolucionarios dispuestos a dar la vida por la dignidad humana. En efecto, Monseñor Romero no habría sido asesinado en El Salvador si hubiera sido prudente. El mismo Jesús habría librado la cruz agarrado de la prudencia, la diplomacia y la cordura. Y mediante la prudencia jamás se gritará ¡Patria libre o morir! Este valor de los revolucionarios es la última de sus armas, la invencible. Porque el pueblo dispuesto a morir está dispuesto a todo y ha roto todos los esquemas. Esto no lo puede el opresor. Así pasó en Cuba, en Nicaragua, en El Salvador, en Vietnam, y es lo que ahora pasa en Irak. El poeta cubano José Martí recitaba: El hombre que clama vale más que el que suplica; el que insiste hace pensar al que otorga, y los derechos se toman, no se piden, se arrancan, no se mendigan. Donde no hay justicia, no puede existir la paz.

* Cfr. Aristóteles, La Política. EMU; México; 1998; p. 55.

24. No es cosa de un día *

Pero la revolución mexicana no se hizo en un día. La revolución y la independencia de México requirieron por lo menos veinte años de lucha: diez antes y diez después de anunciadas un 20 de noviembre y un 16 de septiembre respectivamente. Con años de anticipación Hidalgo, Morelos y otros insurgentes ya mascullaban el movimiento independentista de 1810; cartas iban y venían en el centro del país discutiendo, organizando el asunto; las rebeliones no se hacían esperar, y fue hasta 1821 cuando se consumó la supuesta independencia, a medias, en manos de un poder oligarca. Asimismo, 1910 llevaba un empuje de años y luchas en diversos estados, como las huelgas de Cananea en Sonora y de Río Blanco en Orizaba, entre muchas otras que tenían la esperanza siempre frustrada en el cambio electoral de Porfirio Díaz: se necesitaron otros diez años después de aquel 20 de noviembre, durante los cuales huyó Díaz, se luchó por el Plan de Ayala, formularon el Plan de Guadalupe, el Plan de San Luis, y se redactó la Constitución de 1917 entre tantos acontecimientos… hasta que por fin se consumó la revolución, también a medias, en manos de otro poder oligarca.

25. Una esperanza que no espera *

Luego, entonces, en esta historia que parece cíclica cada cien años, ya brotaron las primeras burbujas del nuevo hervor revolucionario, cuyo estallido se asoma no muy lejos, hacia el 2010, para que se cueza medianamente allá por el 2020. Porque ya toca. Se siente en el ambiente.
El hartazgo se derrama ya. El hedor de la política oficial genera un asco que provoca el vómito de los partidos políticos y los funcionarios de gobierno. El malestar crece, la rebeldía florece en todos lados. Porque el sufrimiento humano tiene límites. Llega un momento en que se acaba la paciencia, la tolerancia, la esperanza, la ingenuidad y sobre todo la ceguera. Las autoridades dejan de merecer respeto; la administración de la justicia y de las leyes es tendenciosa, despreciable. Cuando esto pasa, la ingobernabilidad está presente y las “autoridades” no tienen autoridad verdadera, porque no sirven. La “esperanza” de cambio se desvanece.
Bienvenido ese día en que se esfume esa “esperanza”, porque dejaremos de esperar el cambio y nos pondremos a cambiar las cosas. Ese día dejaremos el “beneficio de la duda”, porque no habrá más duda: ¡a levantarse ya! Nos pondremos de pie, sacudiremos nuestras rodillas. Entonces, usted le dirá, Vamos compañero, y el compañero irá. Ya no pediremos ese día, ya no exigiremos: iremos a los hechos. Comenzaremos a construir un gobierno autónomo del pueblo, apacible sin lujos ni necesidades. Usted preguntará por la “esperanza” y no la hallará. Le dirán, la esperanza allá va… ahora tiene pies, ahora camina.

* Cfr. Revista El Volador, Viva la desesperanza, Papantla, Ver., 2004, Nª 23, p. 2.

México. Agosto del 2004

ARREBATARLES EL PAÍS

Foro “Váyanse o los sacamos”
28 y 29 de marzo de 2009. Tampico, Tamps.

Juan Castro Soto

Compañeros de la otra campaña, público en general.
Estamos reunidos aquí porque nos interesa solucionar los problemas de nuestro México; porque estamos buscando soluciones alternativas al sistema social que nos han impuesto, que lejos de solucionar, lo agrava todo más y más. Ya ni los capitalistas pueden negar que el capitalismo ha sido un desastre; ha traído muchos productos, pero no una mejor sociedad, no mejores seres humanos; mucha cantidad, poca calidad, y pésima distribución de la riqueza.
Y la izquierda partidista se comporta igual o peor que la derecha. Porque nuestro sistema político es un sistema de derecha, hay que decirlo; no importa cómo se autodefinan los partidos y la clase política, todos se comportan igual, pues el molde ya está hecho para quien llegue al poder. Es todo el juego político lo que está equivocado, mañosamente llamado “democracia”. Porque la democracia es otra cosa, la verdadera democracia no puede ser de derecha, es de izquierda.
Estamos aquí para imaginar el 2010, con la esperanza de construir otra forma de hacer política, una que nos unifique y no que nos divida, desde abajo y a la izquierda, por un gobierno que mande obedeciendo. Porque sentimos la necesidad de organizarnos, de hacer algo para cambiar este sistema de muerte y de explotación, por eso estamos aquí.
Pero acaso a muchos de los presentes les acosen algunas preguntas: ¿Debemos hacerlo en contra de la ley?, ¿por la fuerza?, ¿tenemos que arriesgar algo?, ¿hasta dónde podría yo participar en algo así?, ¿qué realmente podemos hacer? Pues bien, en este foro tenemos la intención de salir con ideas más claras de lo que podríamos realizar hacia la coyuntura del 2010.
Debemos hacer un análisis nacional e internacional de la situación del país, revisar experiencias, analizar nuestras fuerzas y debilidades, nuestras oportunidades y amenazas. Definir estrategias, alianzas y acciones posibles, ése es nuestro cometido. Tal vez no podamos lograr todo esto en este foro de una manera acabada, pero podemos avanzarle, por algo tenemos que empezar.
EL TABÚ DE LA VIOLENCIA.- Después de esta breve introducción, quiero comenzar con un punto controversial: el tabú de la violencia. Siendo la violencia, parte sustantiva del ser humano y del resto de la naturaleza, nos han hecho creer que toda violencia es un pecado, que va contra la moral y la ética. La violencia prohibida al pueblo, pero llevada a todos los extremos por parte del gobierno, para sojuzgarnos, para proteger intereses particulares y arrebatar lo ajeno. La violencia está privatizada también, para los de arriba, y prohibida para los de abajo.
Los mexicanos debemos desobedecer esa prohibición, y pasar de la fuerza de la razón a la razón de la fuerza. Porque los de arriba no entienden razones, por eso rehúyen al diálogo y se imponen por la fuerza, sin importar los argumentos de por medio. Por eso, decía un gran personaje de nuestra revolución, Ricardo Flores Magón, que a la fuerza no se la vence con razones, a la fuerza se la vence con la fuerza. Porque no basta la inteligencia, ni basta tener la razón.
Es que, si la verdad y la justicia no se imponen en los hechos, sólo son un juego de palabras. El único modo de que nosotros como pueblo podamos cambiar nuestra situación de postración ante los poderosos, es demostrar, con inteligencia, que somos más fuertes que los de arriba. Y que también tenemos otro derecho prohibido, el derecho a encabronarnos.
Hoy, la ira de los franceses aflora en sus demandas por una mejor Francia, en el primer mundo. Ante la protección a los banqueros, la ira de los estadounidenses surge también allá, en la primera potencia bélica. En Argentina, la gente sale a las calles y a punta de cacerolazos derroca varios presidentes. En Bolivia, la gente se levanta y echa afuera las transnacionales. Y en México, donde los fraudes rebasan a Estados Unidos, donde la pobreza rebasa muchísimo a Francia, ¿cuándo vamos a despertar los mexicanos? Claro, no estamos en igual situación, ni en la misma
geografía, y eso también es parte de lo que debemos analizar en este foro. Pero si no hay ira, si no hay indignación, no habrá revolución.
No nos debe importar que nos llamen violentos. De por sí, todo lo que hagamos en contra de este sistema será llamado violento. Y lo será de verdad. Pero tenemos que romper el Tabú de la Violencia, y caer en la cuenta de que no podemos esperar un cambio pacífico, color de rosa o sin dolor, porque si queremos un verdadero cambio, no se va a dar de ese modo.

VENCER EL MIEDO.- Como en tiempos de la independencia y de la revolución, para muchos mexicanos cada vez hay menos cosas por las que vale la pena vivir y morir, la vida está muy devaluada, es triste, de mala calidad, y está llena de temor. El valor de la vida es tan relativo, que muchos seres vivos en ocasiones prefieren morir, o no reproducirse, o suicidarse. Pero también, en aquellos tiempos mucha gente encontró más valiosa una vida que luchara por la libertad, y valoró más una muerte de pie que una vida de rodillas. Se dieron cuenta que la vida que querían
conservar no valía la pena, y encontraron más valioso arriesgarse por una vida verdaderamente humana, lo encontraron más digno, más apasionante, ¡y más sensato! Y eso les dio valor.
Hoy, al igual que ayer, muchos estamos secuestrados por el miedo. No nos atrevemos a manifestarnos. No nos atrevemos a la más mínima desobediencia civil. Tenemos miedo a perder el trabajo, miedo a no poder pagar cotidianamente la vida, nuestras deudas, porque todo lo obtuvimos a crédito, no nos alcanzó para más. Miedo al que dirán. Miedo a ser reprimidos, torturados, muertos. Miedo a ser encarcelado. Miedo a que cualquier miembro de nuestra familia pueda ser violado, desparecido, mutilado, asesinado.
En efecto, el miedo tiene paralizado al país, sin embargo, ya lo estamos perdiendo aquí, porque sepan ustedes que otros no se atrevieron a venir a este foro. Porque el miedo también se pierde metiéndose a la lucha. Y si se está dispuesto a lo peor, creo que se vencen muchos obstáculos. Patria libre o morir, decían los cubanos, y vencieron al invencible Batista, se hicieron independientes. Por eso, hoy como ayer, en México como en Cuba, vencer el miedo puede ser la mejor arma del pueblo. En cambio, el miedo también huele y hace valiente al tirano.
Pero tenemos que arrebatarles el país en una acción rápida. No podemos tomar el largo camino de las FARC, de estirones y jaloneos, porque vamos a desgarrar al país más de lo que ya está. Y habrá que programar acciones para distintos niveles de compromiso, porque no todos pueden lo mismo por distintas razones.

DESOBEDIENCIA CIVIL.- Quiero, pues, invitarles a que comencemos a desobedecer al tirano, a desobedecer el orden establecido de injusticias. Yo les invitaría a plantear un escenario de desobediencia civil a nivel nacional, desde ahora. A desobedecer las leyes que nos han impuesto desde arriba. Porque así está diseñado este sistema político que llaman “democracia”, para que no participe el pueblo, para que no se haga lo que el pueblo quiere; porque el pueblo quiere que no haya injusticias ni pobreza, que no haya privilegios; una paz verdadera.
¿Y qué es todo eso que nos han impuesto? Es la esclavitud del obrero frente a un patrón. La esclavitud de los créditos, de los pagos chiquitos. La esclavitud frente al desempleo. Son los impuestos a todo lo que se mueva, porque ya vendieron todo lo que generaba ingresos al país, y ahora sólo les quedan nuestros agujerados bolsillos para pagar sus descomunales sueldos, para sacar adelante la economía nacional.
Para la gran transformación social que aquí pretendemos, no es mucho lo que estamos proponiendo. En gran parte, la desobediencia civil se trata de no hacer: No votes. No les pagues. No pagues tus deudas en las tiendas departamentales; no les pagues a los bancos; no pagues impuestos; no pagues las multas; si tienes auto, no pagues tenencia. No tengamos escrúpulos de estar faltando a la ética, porque nos han hecho ética la injusticia y el robo legalizado. Es que mucho nos han robado ya a los mexicanos. Antes bien, nosotros se las vamos a cobrar, y nos
la van a pagar. La desobediencia es un riesgo, desde luego, sobre todo si sólo unos cuantos
participan. Pero vale la pena tener confianza en la desobediencia civil. Esta desobediencia es lo que más teme el poderoso. Por eso, antes se adelantan a hacer ellos lo que pretendemos que permitir la desobediencia, porque eso significa perder el poder… se puede prever que ya estarán programando desde arriba muchas reformas y apoyos para el 2010, a fin de contener la ira popular. No les demos oportunidad de ello.

ULTIMÁTUM 2010.- Pero la desobediencia ciudadana tampoco es suficiente. ¿Cómo podemos derribar este sistema?, ¿dónde está la piedra angular? ¿Donde le tenemos que mover para que se caiga todo este aparato económico y político que han construido? Para que se acabe de derrumbar todo. ¿Cuáles son los pilares, las columnas principales?... ¿Es el sistema bancario?, ¿la propiedad de los medios de producción?, ¿el control ideológico, el manejo de la información, Televisa, TV Azteca, la radio?, ¿acaso las leyes?, ¿las instituciones de gobierno?,
¿la cámara de diputados?, ¿Los Pinos?, ¿la Suprema Corte de Injusticias?, ¿el Banco de México?... Todo eso que dice el documento base de este encuentro, es necesario, pero hay algo más que no dice, que es donde está precisamente la base del sistema: esto es, las personas que lo sostienen, tanto la clase política como la clase capitalista que maneja el poder. Porque el sistema capitalista no es manejado por el azar ni llegó del cielo: son personas concretas, con nombre y apellido, quienes lo han ido diseñando, lo alimentan y sostienen. Los pilares del sistema capitalista no son sus instituciones, sino sus personas, sus capitalistas.
En efecto, mucho hay por reconstruir en México, pero antes hay que quitar lo que nos estorba, centrando nuestros esfuerzos arriba, a la derecha: en el derrocamiento del gobierno federal, esa clase política en el poder que sólo ha desarrollado su propio beneficio; ahí está la cabeza de la serpiente, y en los grandes capitalistas nacionales y transnacionales que nos han invadido para llevarse el trabajo y la riqueza nacional. Hay que quitarlos, porque ellos no se van a quitar ni van a dejar sus privilegios por propia voluntad.
Vamos a llamar a la gente a levantarse, a sacudirnos las rodillas. A tomar el poder en manos del pueblo. Vamos a avisarles arriba que vayan haciendo sus maletas, porque en el 2010 les vamos a arrebatar el país que nos tienen secuestrado. Que salga de este foro un ultimátum para todos esos. Que sepan que vamos a ir tras ellos, que los vamos a perseguir, porque el pueblo también tiene su propia lista y ahora les toca a ellos estar en las cárceles, son los que deben estar ahí. Vaya, tiene que haber “cacería de brujas” como parte del programa del 2010. No podemos atrincherarnos en la sola toma de los espacios públicos, eso no basta, hay que ir siempre hacia adelante, persiguiéndolos, hasta que se vayan o hasta que los alcance la justicia popular. Ahí está la lista ya, hecha por la propia historia, ahora hay que ponerla en el papel y difundirla, para que se le dé cumplimiento.
Pero esta lucha contra el gobierno federal, requiere articularnos imprescindiblemente con la capital de la república. Es la necesidad de pensar en acciones bien concertadas a nivel nacional, pues de poco servirán acciones locales aisladas. Propondría a los compañeros que nos visitan desde allá, que busquemos la posibilidad de reproducir este foro en el DF, lo antes posible, sometiendo a discusión con otras organizaciones y colectivos los resultados que aquí se obtengan, y para que se escuchen otras propuestas hacia el 2010. Decía el poeta y libertador cubano, José Martí, los derechos no se piden ni se mendigan, se toman, se arrebatan. También dicen los compañeros zapatistas, no necesitamos pedir permiso para ser libres.
Es todo, compañeros, gracias.

La revolución alemana: cómo una insurrección obrera puso fin a la Primera Guerra Mundial


Volkhard Mosler · Socialist Worker/Rebelion.org
Es un lugar común afirmar que la revolución de noviembre de 1918 en Alemania fracasó. Pero tuvo éxito en poner fin a la Primera Guerra Mundial, el mayor y más sangriento conflicto de la historia de la humanidad hasta aquel entonces. También consiguió algunas reformas importantes que el movimiento de la clase obrera no logró conseguir en más de medio siglo de lucha. Éstas reformas incluyeron: el sufragio universal, la jornada laboral y una legislación para la negociación colectiva.

El levantamiento de noviembre de 1918 empezó con un motín de soldados de los navíos de guerra de Kiel y Wilhelmshafen, al norte de Alemania. Se había ordenado el traslado de unos 80.000 marineros a Skageragg para una “maniobra”, pero éstos creyeron que en realidad se les enviaba a una batalla en el momento mismo que el nuevo gobierno había aceptado iniciar las negociaciones de paz.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, la inmensa mayoría de la gente común se creyó las mentiras de sus respectivos gobiernos, a saber: que la guerra se libraba en su interés y que la victoria traería una vida mejor para todos. Pero en este momento la rabia contra la guerra había conducido al desencanto hacia la política institucional. El Partido Socialdemócrata Alemán, el SPD, apoyó la guerra, haciendo que la resistencia quedase confinada a un pequeño número de socialistas revolucionarios reunidos alrededor de las figuras de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, único miembro del Reichstag que se declaró en contra de la guerra.

La antigua creencia en los beneficios de la guerra se tornó en desesperación. Para los soldados, esta desesperación se convirtió en odio hacia sus oficiales a medida que millones de soldados alemanes morían y eran mutilados en los campos de batalla.

En agosto de 1917 el primer motín en la marina fue aplastado y sus líderes, arrestados. Dos de ellos fueron ejecutados. Pero sólo un año después los soldados demostraron que habían aprendido la lección de aquella derrota. Tras el levantamiento de los soldados, los oficiales se apresaron a arrestar a 300 insurgentes. En respuesta, los socialistas de izquierda que había entre los soldados abandonaron sus puestos para reunirse con los obreros del puerto. Escogieron a sus delegados y anunciaron una manifestación unitaria en noviembre.

Esta manifestación se convirtió en una demostración de fuerza de las masas: cerca de 10.000 soldados armados y obreros desfilaron por las calles de Kiel reclamando la liberación de sus camaradas. Un grupo de oficiales disparó contra ellos, asesinando a las mujeres y niños que encabezaban la marcha. Los soldados devolvieron los disparos, acabando con la vida del oficial que había ordenado fuego. Y aquí se cruzó el punto a partir del cual no hay retorno. La manifestación se convirtió en un levantamiento. Las prisiones fueron asaltadas y se liberaron a los 300 soldados.

Al día siguiente los soldados eligieron a sus delegados en asambleas masivas y formaron un consejo de soldados para tomar y coordinar las decisiones con las que dirigir las naves de acuerdo con sus intereses. Esa misma tarde el consejo de soldados reunió y puso bajo su mando a cerca de 40.000 marineros armados.

El 5 de noviembre una huelga general sacudió los muelles y las fábricas de Kiel. Se izó la bandera roja en los barcos y en el puerto. Sólo el navío "König" (el “Rey”) se mantuvo al mando de sus oficiales. Pero en una breve escaramuza su primer oficial recibió un disparo y la situación se giró a favor de los insurrectos. En dos días el levantamiento en Kiel fue seguido por motines con éxito en todos los grandes puertos, incluyendo Hamburgo, Wilhelmshafen, Cuxhafen y Rostock. La insurrección se fue extendiendo por todo el país, y para el 9 de noviembre ya había alcanzado la capital, Berlín. Los marineros estaban a su cabeza y en todos los sitios los obreros respaldaron su lucha. Fue un levantamiento espontáneo, pero las ideas que había detrás suyo habían sido avanzadas por Karl Liebknecht y el grupo en torno a su persona.

El 1 de mayo de 1916 él y la Liga Espartaco habían organizado la primera manifestación de masas en contra de la guerra en Berlín. Fue arrestado, a pesar de la inmunidad que tenía como parlamentario. Sólo fue capaz de gritar “¡Abajo la guerra!” antes de ser arrestado y encarcelado hasta el fin de la contienda. En mayo de 1915 Liebknecht escribió un panfleto que fue ampliamente distribuido de manera ilegal en las fábricas y entre los soldados. Decía que “en este momento nuestra tarea es la lucha proletaria internacional. El enemigo principal de cada pueblo se encuentra en su propio país. El principal enemigo del pueblo alemán es el imperialismo alemán.”

El internacionalismo y la lucha de clases son armas esenciales en la lucha contra el imperialismo. Las lecciones del levantamiento de 1918 contra la sangrienta maquinaria de guerra siguen siendo válidas hoy.

Volkhard Mosler es colaborador de Marx21 (www.marx21.de)

Enlace: http://www.socialistworker.org.uk/art.php?id=16462

http://www.marxismo.org/?q=node/1981

El Marxismo y la insurrección

V. I. Lenin
El Marxismo y la insurrección
Carta al Comité Central del POSD(b) de Rusia1

Escrita: El 13-14 (26-27) de septiembre de 1917.
Primera publicación: En Proletárskaya, núm. 2, 1921.
Fuente: Biblioteca de Textos Marxistas.
Preparado para el MIA: Juan R. Fajardo, abril de 2000.

Entre las más malignas y tal vez más difundidas tergiversaciones del marxismo por los partidos "socialistas" dominantes, se encuentra la mentira oportunista de que la preparación de la insurrección, y en general, considerar la insurrección como un arte, es "blanquismo".
Bernstein, dirigente del oportunismo, se ganó ya una triste celebridad acusando al marxismo de blanquismo, y, en realidad, con su griterío acerca del blanquismo, los oportunistas de hoy no renuevan ni "enriquecen" en lo más mínimo las pobres "ideas" de Bernstein.
¡Acusar a los marxistas de blanquismo, porque conciben la insurrección como un arte! ¿Es posible una más flagrante distorsión de la verdad, cuando ningún marxista niega que fue el propio Marx quien se pronunció del modo más concreto, más claro y más irrefutable acerca de este problema diciendo precisamente que la insurrección es un arte, que hay que tratarla como tal arte, que es necesario conquistar un primer triunfo y seguir luego avanzando de triunfo en triunfo, sin interrumpir la ofensiva contra el enemigo, aprovechándose de su confusión, etc., etc.?
Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en una conjuración, no en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. La insurrección debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. Esto en segundo lugar. La insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución. Esto en tercer lugar. Estas tres condiciones, previas al planteamiento del problema de la insurrección, son las que precisamente diferencian el marxismo del blanquismo.
Pero, si se dan estas condiciones, negarse a tratar la insurrección como un arte equivale a traicionar el marxismo y a traicionar la revolución.
Para demostrar que el momento actual es precisamente el momento en que el Partido está obligado a reconocer que la insurrección ha sido puesta al orden del día por la marcha objetiva de los acontecimientos y que la insurrección debe ser considerada como un arte, para demostrarlo, acaso sea lo mejor emplear el método comparativo y trazar un paralelo entre las jornadas del 3 y 4 de julio2 y las de septiembre.
El 3 y 4 de julio se podía, sin faltar a la verdad, plantear el problema así: lo justo era tomar el Poder, pues, de no hacerlo, los enemigos nos acusarán igualmente de insurrectos y nos tratarán como a tales. Pero de aquí no se podía hacer la conclusión de que hubiera sido conveniente tomar el Poder en aquel entonces, pues a la sazón no existían las condiciones objetivas necesarias para que la insurrección pudiera triunfar.
1) No teníamos todavía con nosotros a la clase que es la vanguardia de la revolución.
No contábamos todavía con la mayoría de los obreros y soldados de las capitales. Hoy tenemos ya la mayoría en ambos Soviets3. Es fruto, sólo de la historia de julio y agosto, de la experiencia de las "represalias" contra los bolcheviques y de la experiencia de la kornilovada.
2) No existía entonces un ascenso revolucionario de todo el pueblo. Hoy existe, después de la kornilovada. Así lo demuestra el estado de las provincias y la toma del Poder por los Soviets en muchos lugares.
3) Entonces, las vacilaciones no habían cobrado todavía proporciones de serio alcance político general en las filas de nuestros enemigos y en las de la pequeña burguesía indecisa. Hoy, esas vacilaciones son gigantescas: nuestro principal enemigo, el imperialismo de la Entente y el imperialismo mundial (ya que los "aliados" se encuentran a la cabeza de éste) empieza a vacilar entre la guerra hasta el triunfo final y una paz separada dirigida contra Rusia. Y nuestros demócratas pequeñoburgueses, que ya han perdido, evidentemente, la mayoría en el pueblo, vacilan también de un modo extraordinario, habiendo renunciado al bloque, es decir, a la coalición con los kadetes.
4) Por eso, en los días 3 y 4 de julio, la insurrección habría sido un error: no habríamos podido mantenernos en el Poder ni física ni políticamente. No habríamos podido mantenernos físicamente, pues aunque por momentos teníamos a Petersburgo en nuestras manos, nuestros obreros y soldados no estaban dispuestos entonces a batirse y a morir por Petersburgo: les faltaba todavía el "ensañamiento", el odio hirviente tanto contra los Kerenski, como contra los Tsereteli y los Chernov. Nuestros hombres no estaban todavía templados por las persecuciones contra los bolcheviques, en que participaron los eseristas y mencheviques.
Políticamente, los días 3 y 4 de julio no habríamos podido sostenernos en el Poder, pues, antes de la kornílovada, el ejército y las provincias podían marchar y habrían marchado sobre Petersburgo.
Hoy, el panorama es completamente distinto.
Hoy, tenemos con nosotros a la mayoría de la clase que es la vanguardia de la revolución, la vanguardia del pueblo, la clase capaz de arrastrar detrás de sí a las masas.
Tenemos con nosotros a la mayoría del pueblo, pues la dimisión de Chernov no es, ni mucho menos, el único indicio, pero sí el más claro y el más palpable, de que los campesinos no obtendrán la tierra del bloque de los eseristas (ni de los propios eseristas), y éste es el quid del carácter popular de la revolución.
Estamos en la situación ventajosa de un partido que sabe firmemente cuál es su camino en medio de las más inauditas vacilaciones, tanto de todo el imperialismo como de todo el bloque de los mencheviques y eseristas.
Nuestro triunfo es seguro, pues el pueblo está ya al borde de la desesperación y nosotros señalamos al pueblo entero la verdadera salida: le hemos demostrado, "en los días de la kornilovada", el valor de nuestra dirección y, después, hemos propuesto una transacción a los bloquistas, transacción que éstos han rechazado sin que por ello hayan terminado sus vacilaciones.

Sería el más grande de los errores creer que la transacción propuesta por nosotros, no ha sido rechazada todavía, que la Conferencia Democrática4 puede aceptarla todavía. La transacción era una oferta hecha de partido a partidos. No podía hacerse de otro modo. Los partidos la rechazaron. La Conferencia Democrática es sólo una conferencia, y nada más. No hay que olvidar una cosa: la mayoría del pueblo revolucionario, los campesinos pobres, irritados, no tienen representación en ella. Trátase de una conferencia de la minoría del pueblo ; no se debe olvidar esta verdad evidente. Sería el más grande de los errores, el mayor de los cretinismos parlamentarios, que nosotros considerásemos la Conferencia Democrática como un parlamento, pues aun suponiendo que se hubiese proclamado parlamento permanente y soberano de la revolución, igualmente no resolvería nada: la solución está fuera de ella, está en los barrios obreros de Petersburgo y de Moscú.
Contamos con todas las premisas objetivas para una insurrección triunfante. Contamos con las excepcionales ventajas de una situación en que sólo nuestro triunfo en la insurrección pondrá fin a unas vacilaciones que agotan al pueblo y que son la cosa más penosa del mundo; en que sólo nuestro triunfo en la insurrección dará inmediatamente la tierra a los campesinos; en que sólo nuestro triunfo en la insurrección hará fracasar todas esas maniobras de paz por separado, dirigidas contra la revolución, y las hará fracasar mediante la oferta franca de una paz más completa, más justa y más próxima, una paz en beneficio de la revolución.
Por último, nuestro Partido es el único que, si triunfa en la insurrección, puede salvar a Petersburgo, pues si nuestra oferta de paz es rechazada y no se nos concede ni siquiera un armisticio, nos convertiremos en "defensistas", nos pondremos a la cabeza de los partidos de guerra, nos convertiremos en el partido "de guerra " más encarnizado de todos los partidos y libraremos una guerra verdaderamente revolucionaria. Despojaremos a los capitalistas de todo el pan y de todas las botas. No les dejaremos más que migajas y los calzaremos con alpargatas. Y enviaremos al frente todo el pan y todo el calzado.
Y, así, salvaremos a Petersburgo.
En Rusia, son todavía inmensamente grandes los recursos tanto materiales como morales con que contaría una guerra verdaderamente revolucionaria: hay un 99 por 100 de probabilidades de que los alemanes nos concederán, por lo menos, un armisticio. Y, en las condiciones actuales, obtener un armisticio equivale ya a triunfar sobre el mundo entero.

* * *

Luego de haber reconocido la absoluta necesidad de la insurrección de los obreros de Petersburgo y de Moscú para salvar la revolución y para salvar a Rusia de un reparto "separado" por los imperialistas de ambas coaliciones, debemos: primero, adaptar nuestra táctica política en la Conferencia Democrática a las condiciones de la insurrección creciente; segundo, debemos demostrar que no sólo de palabra aceptamos la idea de Marx de que es necesario considerar la insurrección como un arte.
Inmediatamente debemos unir en la Conferencia Democrática la minoría bolchevique, sin preocuparnos del número ni dejarnos llevar del temor de que los vacilantes continúen en el campo de los vacilantes; allí, son más útiles a la causa de la revolución que en el campo de los luchadores firmes y decididos.
Debemos redactar una breve declaración de los bolcheviques, subrayando con energía la inoportunidad de los largos discursos y la inoportunidad de los "discursos" en general, la necesidad de proceder a una acción imnediata para salvar a la revolución, la absoluta necesidad de romper totalmente con la burguesía, de destituir íntegramente al actual gobierno, de romper de una manera absoluta con los imperialistas anglo-franceses, que están preparando el reparto "separado" de Rusia, la necesidad del paso inmediato de todo el Poder a manos de la democracia revolucionaria, con el proletariado revolucionario a la cabeza.
Nuestra declaración deberá formular esta conclusión en la forma más breve y tajante y de acuerdo con los proyectos programáticos: paz a los pueblos, tierra a los campesinos, confiscación de las ganancias escandalosas, poner fin al escandaloso sabotaje de la producción por los capitalistas.
Cuanto más breve y tajante sea la declaración, mejor. En ella deben señalarse claramente dos puntos de extraordinaria importancia: el pueblo está agotado por tantas vacilaciones, que está harto de la indecisión de los eseristas y mencheviques; y que nosotros rompemos definitivamente con esos partidos porque han traicionado a la revolución.
Una cosa más: la oferta inmediata de una paz sin anexiones, la inmediata ruptura con los imperialistas aliados, con todos los imperialistas, o bien obtendremos en seguida un armisticio, o bien el paso de todo el proletariado revolucionario a la posición de la defensa, y toda la democracia revolucionaria, dirigida por él, dará comienzo a una guerra verdaderamente justa, verdaderamente revolucionaria.
Después de dar lectura a esta declaración y de reclamar resoluciones y no palabras, acciones y no resoluciones escritas, debemos lanzar todo nuestro grupo a las fábricas y a los cuarteles: allí está su lugar, allí está el pulso de la vida, allí está la fuente de salvación de nuestra revolución y allí está el motor de la Conferencia Democrática.
Allí debemos exponer, en discursos fogosos y apasionados, nuestro programa y plantear el problema así: o la aceptación íntegra del programa por la Conferencia, o la insurrección. No hay término medio. No es posible esperar. La revolución se hunde.
Si planteamos el problema de ese modo y concentramos todo nuestro grupo en las fábricas y los cuarteles, estaremos en condiciones de determinar el momento justo para iniciar la insurreccion.
Y para enfocar la insurrección al estilo marxista, es decir, como un arte, debemos, al mismo tiempo, sin perder un minuto, organizar un Estado Mayor de los destacamentos de la insurrección, distribuir las fuerzas, enviar los regimientos de confianza contra los puntos más importantes, cercar el Teatro de Alejandro y ocupar la Fortaleza de Pedro y Pablo, arrestar el Estado Mayor y al gobierno, enviar contra los cadetes militares y contra la "división salvaje", aquellas tropas dispuestas a morir antes de dejar que el enemigo se abra paso hacia los centros de la ciudad; debemos movilizar a los obreros armados, haciéndoles un llamamiento para que se lancen a una desesperada lucha final; ocupar inmediatamente el telégrafo y la telefónica, instalar nuestro Estado Mayor de la insurrección en la central telefónica y conectarlo por teléfono con todas las fábricas, todos los regimientos y todos los puntos de la lucha armada, etc.
Todo esto, naturalmente, a título de ilustración, como ejemplo de que en el momento actual no se puede ser fiel al marxismo, a la revolución, sin considerar la insurrección como un arte.

NOTAS
1. "EI marxismo y la insurrección": carta que escribió Lenin al CC del Partido para preparar la insurrección armada por el Poder. El 15 (28) de septiembre de 1917, el CC del Partido discutió esta carta y la otra titulada Los bolcheviques deben tomar el Poder. (Obras Completas, t. XXVI.) Kámenev, adversario de la orientación del Partido de la revolución socialista, propuso su proyecto de resolución en contra de las directivas de Lenin sobre la insurrección armada expuestas en estas históricas cartas. J. Stalin dio respuesta al ataque traidor de Kámenev y el CC rechazó el proyecto de Kámenev. Las cartas de Lenin fueron enviadas por el CC a las más grandes organizaciones del Partido bolchevique según la proposición de Stalin.
2. Lenin se refiere a la manifestación del 3-4 (16-17) de julio de 1917 en Petrogrado. El 3 (16) de julio comenzaron manifestaciones espontáneas contra el gobierno provisional en el barrio Viborg. El primero en salir a la calle fue el 1.er regimiento de ametralladoras. A él se unieron otras unidades y los obreros de fábricas y talleres. La manifestación amenazaba transformarse en una acción armada contra el gobierno provisional.
El Partido bolchevique estaba en ese momento en contra de una acción armada, por considerar que la crisis revolucionaria no había madurado aún y que el ejercito y el interior del país no estaban preparados todavia para apoyar el levantamiento en la capital. El CC, reunido el 3 (16) de julio a las 4 de la tarde junto con el Comité de Petrogrado y la Organización Militar del POSDR (b) resolvió abstenerse de manifestar. Idéntica resolución adoptó la II conferencia de bolcheviques de la ciudad de Petrogrado que se realizaba al mismo tiempo. Los delegados de la conferencia se encaminaron a los talleres y distritos para disuadir a las masas de la manifestación, pero ésta ya había comenzado y resultó imposible detenerla.
Teniendo en cuenta el estado de ánimo de las masas, el CC junto con el Comité de Petrogrado y la Organización Militar, muy avanzada la noche del 3 (16) de julio, adoptó la resolución de participar en la manifestación para conferirle un carácter pacífico y organizado. Lenin no se encontraba en aquel entonces en Petrogrado. Después de haber sido informado de los acontecimientos llegó a Petrogrado en la mañana del 4 (17) de julio. Más de 500.000 personas tomaron parte en la manifestación del dia 4, realizada bajo la consigna de los bolcheviques "¡Todo el Poder a los soviets!"
Con el consentimiento del Comité Ejecutivo Central en manos de los mencheviques y socialistas revolucionarios fueron lanzados, contra los obreros y soldados que manifestaban pacíficamente, destacamentos de junkers y oficiales que abrieron fuego sobre los manifestantes. Habían sido llamadas tropas contrarrevolucionarias del frente para sofocar el movimiento revolucionario.
En la noche del 4 (17) de julio el CC de los bolcheviques tomó la resolución de suspender las manifestaciones. Ya avanzada la noche Lenin llegó a la Redacción de Pravda para revisar los materiales del número a publicarse, y media hora después de su partida la redacción fue asaltada por un destacamento de junkers y cosacos.
Los mencheviques y los socialistas revolucionarios resultaron, de hecho, cómplices de la matanza. Una vez reprimida la manifestación, ellos se lanzaron, de concierto con la burguesía, contra el Partido bolchevique. Los periódicos bolcheviques Pravda, Soldátskaia Pravda y otros, fueron clausurados por el gobierno provisional. Empezaron las detenciones en masa, allanamientos y pogroms. Las tropas revolucionarias de la guarnición de Petrogrado fueron retiradas de la capital y enviadas al frente.
Después de las jornadas de julio el Poder en el país pasó por completo a manos del gobierno provisional contrarrevolucionario, en el cual los soviets no fueron más que un apéndice impotente. Terminó la dualidad del Poder. Tocó a su fin el período pacífico de la revolución. Ante los bolcheviques se planteó la tarea de preparar la insurrección armada para derrocar al gobierno provisional.
3. Se alude a la transformación de los soviets en manos bolcheviques: de Petrogrado -- 31 de agosto (13 de septiembre) y de Moscú -- 5 (18) de septiembre de 1917.
4. La Conferencia Democrática de toda Rusia: convocada por los mencheviques y eseristas para debilitar el creciente movimiento revolucionario en el país, transcurrió del 14 al 22 de septiembre (27 de septiembre a 5 de octubre) de 1917 en Petrogrado. Asistieron a ella los representantes de los diferentes partidos pequeñoburgueses, de los soviets conciliadores, sindicatos, zemstvo, círculos comerciales e industriales y de unidades militares.
La Conferencia Democrática tomó la resolución de formar el Anteparlamento (Consejo Provisional de la República). Utilizando éste, los mencheviques y eseristas trataban de desviar el país del camino revolucionario de los soviets para seguir el burgués y constitucional. El CC del Partido bolchevique insistió categóricamente en el boicot al Anteparlamento. Unicamente los capitulacionistas Kámenev y Zinoviev exigían que el proletariado rechazara su actividad preparatoria para la insurrección armada y permaneciera en el Anteparlamento. Los bolcheviques desenmascararon las acciones traidoras del Anteparlamento llamando a las masas a preparar la insurrección armada. Para una apreciación sobre el Anteparlamento véase los artículos de Lenin "Los héroes del fraude y los errores de los bolcheviques" y "Del diario de un publicista". (Obras Completas, t. XXVI.)

http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/13-ix-17.htm

La insurrección en curso

Gustavo Esteva
Se multiplican las agresiones a los pueblos: Chiapas, Cananea, Juárez. Es un estado de cosas insoportable que aparece como clara expresión de la incompetencia política, la corrupción estatal y la compulsión reaccionaria que padecemos, las cuales se profundizan junto con la degradación moral de las clases políticas. Pero es también, acaso, manifestación de una estrategia que busca abortar la insurrección en curso.
El Comité Invisible, un colectivo francés imaginario, publicó hace un par de años L’insurrection qui vient (Google aporta versiones pobres en español e inglés). Al leer este libro fascinante y examinar las verdades necesarias que establece, no puedo evitar la impresión de que la insurrección que viene ya llegó. No sé si en París, pero sin duda en Oaxaca, en Chiapas, en México. Estamos en ella.
No se anuncia con fanfarrias. No consiste en marchas, plantones, manifiestos o proclamas. Elude movilizaciones colgadas de líderes y lemas. No apela a las armas, aunque puede apoyarse en la autodefensa armada. Se encuentra en todas partes y en ninguna; desde cualquier posición, en el lugar en que se encuentre, la gente impulsa con dignidad y coraje sus formas propias de vida. Hay quienes lo hacen por razones de estricta supervivencia. Otros apelan a antiguos ideales. Todos desafían radicalmente el estado de cosas, el sistema dominante, el régimen político y económico que ha llevado a la catástrofe actual. Se ocupan, ni más ni menos, de generar nuevas relaciones sociales y políticas, más allá de la explotación económica y del control político o policiaco. Esta rebelión de los descontentos es también la insurrección de los saberes sometidos y las imaginaciones reprimidas que saben llegado el momento de la verdad.
Habrá que hablar de ella, aprender a verla, de-velarla. El libro La insurrección que viene contribuye a esa tarea. Sus redactores no son sus autores, aclara el Comité Invisible. Han puesto algo de orden en lugares comunes de la época, lo que se murmura en las mesas de los cafés o tras las puertas de los dormitorios. No han hecho sino precisar las verdades necesarias, las que ante el rechazo general llenan los hospitales siquiátricos y las miradas compasivas. Son los escribas de la situación. El privilegio de las circunstancias radicales es que la precisión conduce en buena lógica a la revolución. Basta decir lo que tenemos ante nuestros ojos y no eludir las consecuencias. Y es esto, en realidad, lo más difícil. Reconocer con entereza la gravedad del estado de cosas y enfrentar a pie firme lo que eso significa.
El libro empieza con una provocación que describe muy puntualmente lo que pasa entre nosotros: “Desde cualquier ángulo que se le observe el presente no tiene salida. No es la menor de sus virtudes. Quita todo sostén a quienes se empeñan en esperar a como dé lugar… Todo mundo sabe que las cosas no pueden sino ir de mal en peor. ‘El futuro no tiene porvenir’ expresa la sabiduría de una época que ha llegado, como si fuese extrema normalidad, al nivel de conciencia de los primeros punks… Pero el impasse actual, perceptible en todas partes, en todas partes es negado.”
Necesitamos aprender a ver, con ojos menos empañados, lo que la gente común está haciendo ante las dificultades del día, ante esa perspectiva cada vez más oscura. Necesitamos reconocer los rasgos de esta insurrección que hasta ahora ha resultado invisible. Pero antes aquilatemos el significado de lo que está ocurriendo. Chiapas y Cananea tienen un signo común: son provocaciones abiertas, tratan de inducir un comportamiento específico. Se busca con ellas intimidar hasta la parálisis o bien estimular reacciones descontroladas y agresivas. Estas reacciones permitirían dar apariencia de justificación al aplastamiento policiaco que se intenta realizar, el cual podría conducir más temprano que tarde a una especie de guerra civil que pudiera abortar la insurrección.
Ésa sería la estrategia. Provocar alguna forma de violencia popular espontánea y caótica. Que la gente, harta de tanta provocación o de los callejones sin salida a los que se la conduce continuamente, estallara sin orden ni concierto. Se estarían buscando pretextos para profundizar el autoritarismo actual y llevarlo hasta el punto en que fuera capaz de evitar que la insurrección se ampliara y profundizara hasta cumplir su destino: liquidar sin violencia el régimen dominante.
Socavar esta perversa estrategia, impedir que triunfe, es hoy condición de supervivencia tanto de la insurrección en curso como de la vida social misma, que ha entrado en un grave proceso de descomposición. Para todo esto necesitamos, más que ninguna otra cosa, miradas claras e imaginaciones lúcidas.

¿INSURRECCIÓN EN MÉXICO?

Ante la llegada del 2010, se pone a la orden del día la discusión sobre las posibilidades o no de emprender una lucha insurreccional ahora.

La historia de la lucha de clases, muestra cuan lejos está de ocurrir una revolución en México y pone al descubierto lo peligroso de caer en algunas trampas…

Cuando hablamos de insurrección, nos estamos refiriendo a la movilización mayoritaria y masiva de una clase, sector de clase o conjunto de clases en determinado espacio y tiempo. En este caso no hablamos de una revuelta, rebelión, motín, etc., aunque bien pudieran utilizarse todos estos términos como sinónimos.

En lo que a nosotros interesa, habremos de aclarar que, partiendo de un punto de vista de clase, nos corresponde retomar para el análisis la historia de las insurrecciones proletarias, teniendo claro que este es el único contingente social capaz de derrotar al capitalismo.

Los mitos del bicentenario y la "liberación nacional": una trampa más de la burguesía.

Así que no corresponde a esta visión retomar las supuestas experiencias revolucionarias de 1810 y 1910 como punto de partida: en el primer caso se trató de un movimiento de más largo plazo en el que la clase obrera moderna estuvo totalmente ausente, pues aún era muy incipiente la industrialización de la Nueva España y, sobre todo, porque predominaba el sistema de servidumbre sobre el de trabajo asalariado, que era insignificante. Las colonias españolas y portuguesa en América eran como ahora, parte de la periferia en el sistema capitalista en ascenso, y su papel se limitaba aún a promover la acumulación de capital que se desarrollaba en los países centrales, donde incluso España estaba rezagada respecto a sus competidores europeos y respecto a las recién liberadas colonias de Norteamérica. Así que los indígenas, mestizos y criollos pobres que alimentaron las filas de la insurgencia, no lo hicieron desde una posición que pudiera cuestionar, ya no digamos transformar profundamente el modo de producción y romper con la dominación de clase.

No sería sino hacia finales del siglo XIX y principios del XX que en Latinoamérica surge un proletariado industrial moderno, asociado este fenómeno a la creciente intervención de potencias como la británica y la alemana, en plena expansión neocolonial e imperialista. Las luchas desarrolladas entonces, sobre todo al sur del continente, si bien se trató de importantes lecciones en el aprendizaje de la clase emergente, no tomaron la forma insurreccional, sino que se trató de huelgas y otras protestas.

En México los sucesos de Cananea y Río Blanco fueron los principales episodios en que el proletariado se vio claramente identificado, pero fue golpeado sin miramientos por el régimen porfiriano. Luego, en el movimiento revolucionario desarrollado a partir de 1910, fue la burguesía quien capitalizó para sí el descontento de las masas armadas. Los ejércitos de Villa y Zapata si bien formalmente expresaban los intereses de sectores oprimidos diversos, estaban lejos de conformarse como contingentes desde los cuales se delineara claramente un programa que rompiera con el capitalismo en ascenso.

Finalmente la “revolución mexicana” , que fue mas bien revolución burguesa que otra cosa, afirmó las bases de la sociedad de clases, liberó alguna fuerza de trabajo atada al sistema de peonaje en las haciendas, y promovió aún más la modernización económica capitalista en México. El único grupo que estaba más claramente identificado con un programa proletario, el de los magonistas, no pudo articular más allá la participación de una clase obrera que se encontraba en pañales y no tenía mayores experiencias previas de organización y combate.

Así que en México no se puede hablar de experiencias insurreccionales del proletariado: con todo y su importante significado, no lo fueron tampoco las luchas de ferrocarrileros, maestros y médicos en los años 50 y 60. El 68 fue una gran irrupción de masas, pero así como aquellas luchas fueron reducidas por el aparato sindical y la represión del estado, en este caso se reforzó además este control con el papel directo del reformismo, que por medio de la intervención del estalinista PCM, en la dirección del CNH, arrebató al movimiento su capacidad de tomar un curso autónomo, conduciéndolo al callejón que terminó en el sangriento dos de octubre. Nada extraño: en Francia, donde millones de trabajadores estallaron la huelga aquel mismo año, el aparato sindical y la izquierda del capital hacían también de las suyas para amansar la combatividad emergente.

Tampoco las guerrillas de los años 50, 60 y 70, representaron de ningún modo movimientos insurreccionales de la clase trabajadora, en el mejor de los casos se expresó en ellas una heroicidad tan decidida como inútil en sus resultados. En el ámbito rural estos grupos contaron con una importante base social campesina de respaldo, pero fueron incapaces, por su carácter de clase, de clarificar en cuanto a los métodos y organización realmente revolucionarios. En las ciudades, miles de militantes que habían visto cerradas las vías para la lucha política abierta, debido a la encarnizada represión de la monolítica democracia mexicana, -hija de la “revolución”-, tomaron el camino de una clandestinidad que los alejaba de las masas al intentar sustituir la acción consciente de estas por la de una minoría armada.

La insurrección zapatista de 1994, si bien cimbró al país y precipitó la caída del sistema de partido de estado, se ubicó mas bien en la vertiente de las protestas sociales antineoliberales que recorrieron Latinoamérica por tres lustros: desde el Caracazo de 1989 en Venezuela hasta los sucesos que llevaron a la caída de varios presidentes en Argentina, Bolivia y Ecuador en la primera mitad de la década presente. El EZLN, si bien en su interior hacen filas muchos trabajadores del campo y campesinos pobres, ambos sectores en calidad de indígenas, por su origen, programa, estrategia y métodos, no proletarios, demuestra que es incapaz de romper con su atadura a la defensa del estado capitalista, lo cual se expresa claramente en su consigna de “Liberación Nacional”, legado de las FLN, uno de los pocos grupos político militares que sobrevivieron a la guerra sucia, misma que se prolongó por tres décadas y hoy se renueva con la desaparición forzada de militantes de otros organismos armados por el gobierno de México. Esta atadura ideológica nacionalista se reproduce inevitablemente desde siempre en cada una de las iniciativas neozapatistas, -como lo es o fue la Otra Campaña-, y se levanta como un obstáculo para la lucha anticapitalista revolucionaria.

Las insurrecciones proletarias toman un camino distinto.

Mientras el neocolonialismo y el imperialismo llevaban a cabo su labor depredadora en Latinoamérica, en los albores del siglo pasado ocurrieron sucesos que pusieron a la clase trabajadora en primer plano, como quien podía cuestionar directamente a un sistema capitalista que empezaba a entrar a su fase de descomposición definitiva, es decir, que era ya incapaz de ofrecer ninguna salvación a la humanidad entera. Luego de las primeras batallas de 1848 y de la fugaz experiencia de la Comuna de París en 1871, que había mostrado al mundo entero la posibilidad de instaurar la república del trabajo sobre las ruinas del estado construyendo una sociedad de iguales; huelgas de masas se sucedieron por varios años en toda Europa: en 1891 125 mil obreros belgas dejaron su trabajo, dos años después este número se duplicó y lograron los objetivos planteados (su participación política). En 1902 350 mil obreros participaron nuevamente en una huelga en aquel país. Ese mismo año en Francia 160 mil mineros hicieron una huelga. En 1904 en Italia hubo huelgas y enfrentamientos callejeros en varias ciudades. En Alemania, hubo huelga general política también, aunque controlada por partido el socialdemócrata y sindicatos.

En Rusia, que era un país con unas cuantas ciudades industriales y población mayoritariamente rural. Sin embargo, ya desde 1896-97 hubo una gran huelga en San Petersburgo. Luego se sucedieron otras entre 1902 y 1904 en Bakú, Rostov, Tiflís, Odesa.

Así que para febrero de 1905, cuando estallaron las huelgas masivas en Rusia, los obreros de los principales países capitalistas del continente, ya habían experimentado la escuela de la revolución que planteaba la posibilidad de su movilización masiva por propia cuenta.

Si bien estas experiencias en ocasiones terminaron en derrotas (inducidas por la intervención social demócrata o directamente de los partidos burgueses), fueron al mismo tiempo oportunidades importantes que tuvo la clase trabajadora para establecer lazos de solidaridad y autoreconocer su propio potencial organizativo.

Esto permitió que una década después, luego de un largo lapso en que el movimiento obrero parecía ahogado, estallaran, primero en Rusia y luego en Alemania, nuevas huelgas que posibilitaron dar el paso a la insurrección.

En el caso de Rusia ya desde 1905 se organizaron los soviets como órganos territoriales de debate donde participaban todos los partidos obreros y, lo que es mas importante, miles de trabajadores se involucraban directamente por primera vez en discusiones políticas masivas por fuera de los controles estatales. Esta experiencia se repetiría en 1917, aunque ahora el proletariado ruso contaba con una expresión organizada propia y permanente: el partido bolchevique, que disputó desde un principio la conducción de las huelgas hacia la insurrección, y luego esta hacia la toma del poder político y derrocamiento del antiguo régimen. En los soviets de 1917, además de participar obreros, soldados y campesinos pobres, confluían también los partidos de la pequeña burguesía que tendían a alejar a los obreros de la perspectiva revolucionaria y pugnaban por la colaboración con el Estado y partidos de la burguesía.

En Alemania durante 1918-19, se dio una situación similar: al calor de la guerra estallaron primero huelgas de masas en la industria bélica en la primavera. Y luego, al difundirse la noticia del triunfo de los bolcheviques y el retiro de Rusia de la guerra, surgieron amotinamientos militares, primero de marinos en los puertos principales y luego se generalizaron en las ciudades, donde se constituyeron los consejos obreros, órganos que del mismo modo que los soviets, configuraban una situación de “doble poder.” Sin embargo, en la disyuntiva de hacerse de todo el poder político, pero influidos desgraciadamente por la socialdemocracia chovinista, optaron por entregar el poder a un parlamento que al año siguiente dio paso a la república burguesa y reprimió a sangre y fuego a los elementos comunistas mas avanzados.

La insurrección en Alemania fue finalmente derrotada, no sin nuevos intentos revolucionarios en 1921 y 1923. Y con ello quedaron canceladas las tentativas de una extensión internacional del proceso revolucionario iniciado en 1917, lo que determinaría la derrota de la revolución misma, -pues la extensión de esta era su única posibilidad de triunfo- y posibilitaría el surgimiento de la contrarrevolución capitalista encabezada por José Stalin, en el caso de la Unión Soviética, y del nacional socialismo para el caso de Alemania.

Sin embargo, las experiencias quedaron ahí para ser valoradas: solo cuando el proletariado logró deshacerse de las sujeciones del aparato burgués, por medio de su acción espontánea, fue que pudo organizarse para intentar tomar el poder político, poder que no podía tomar ningún partido a nombre suyo, sino solamente la propia clase insurreccionada, organizada no solo para detener la producción sino para establecer las bases de su dominación política: la dictadura del proletariado.

Las huelgas de masas, frecuentemente aparecían como huelgas salvajes, es decir, no estallaban a resultas de la convocatoria de una burocracia o vanguardia: los sindicatos hacían todo lo posible por alejarlas del terreno revolucionario, en tanto que los militantes comunistas solo podían animar el espíritu de lucha de los obreros, planteando la necesidad de su actuación independiente; pero nadie podía decretar ni predecir en que momento los trabajadores pararían por cuenta propia la producción.

Las huelgas salvajes posibilitaron el paso a la insurrección, momento donde el elemento espontáneo del accionar de la clase se podía combinar al fin con la participación de los miembros mas avanzados, en una unidad recíprocamente complementaria entre vanguardia y masas, donde el elemento de la consciencia no era patrimonio de ningún grupo externo o de iluminados, sino el factor común a toda la clase que permitiría dar el paso revolucionario siguiente.

La lucha económica y la política se combinaban en todo momento: las reivindicaciones salariales, por la reducción de la jornada laboral, eran las demandas con la que iniciaba la protesta, que pronto devenía en una protesta política. Al mismo tiempo, la agitación previa y subterránea posibilitaba el que estallaran tarde o temprano los movimientos huelguísticos.

En Latinoamérica la izquierda del capital impide las luchas autónomas.

Algunos grupos de la izquierda del capital, trotskistas y estalinistas, han difundido una versión falsificada de la historia queriendo disfrazar algunos acontecimientos como si se tratase de verdaderos episodios revolucionarios dignos de tomar como ejemplo. Así, se habla de la “Revolución de 1952” en Bolivia, cuando si bien es cierto hubo importantes demostraciones de combatividad obrera, esta se vio sofocada por el populismo (MNR) y los sindicatos (COB), que , con el señuelo de enfrentar a la oligarquía minera y el imperialismo, recondujeron el proceso de explotación capitalista y afianzaron los controles sobre los trabajadores.

El otro caso más sonado y más romántico, del cual la burguesía ha sacado provecho hasta el tope, fue la experiencia de la guerrilla cubana. Siendo este un movimiento triunfante, se nos ha querido presentar por décadas como ejemplo de un camino latinoamericano hacia la “liberación de los pueblos” o hacia el socialismo incluso. Ciertamente el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario se valieron de la movilización de los obreros en las ciudades para complementar su accionar armado en las montañas. Pero una vez derrotado el dictador Batista, las reformas sociales que se vio obligado a emprender el gobierno “revolucionario”, tuvieron siempre su contraparte con el afianzamiento de la explotación (ahora conducida por el propio Estado “socialista”) y el establecimiento de una dictadura militar que asumía el control político férreamente.

Muchos vieron en Cuba, y en el icono que luego representó el Che Guevara, la confirmación de que sí se podía apostar a un cambio revolucionario en el continente, aún sin el apoyo del campo imperial soviético que se limitaba a llevar adelante la coexistencia pacífica con los Estados Unidos, habiendo enterrando desde hace mucho las banderas de la revolución y el internacionalismo proletario.

Se pensó entonces que bastaba un grupo de decididos para empezarlo todo: poco a poco ir ganando la simpatía de aquellos que, llegado el momento de ascenso en la confrontación armada, no tendrían otra opción que asaltar el cielo gracias a sus heroicos salvadores.

Pero el guerrillerismo, tanto en su versión guevariana (el foquismo) como en su variante china (la guerra popular prolongada), simplemente se constituyó en una nueva ideología que lejos de representar al proletariado, lo alejaría de sus propios métodos, planteando la falsa idea de construir el socialismo estado por estado, sustituyendo el protagonismo consciente de la clase proletaria, por el de las minorías decididas y voluntaristas.

Habiéndose agotado el pozo de la mistificación “revolucionaria” , luego de la derrota del capitalismo de estado mal llamado “campo socialista” en la ex URSS y Europa del este, y luego de la derrota también de los proyectos “revolucionarios” , ya sea por su propia descomposición al llegar al poder o negociar la paz (FSLN, FMLN, URNG), ya sea por su derrota militar al carecer de respaldo imperial (PCP y MRTA en Perú), ya sea por su inanición ideológica (como en Colombia las FARC), la burguesía ha requerido hacerse de nuevos recursos para presentarlos como ejemplos de lucha ante los ojos de los trabajadores. Así, ha retorcido a mas no poder la interpretación de lo ocurrido recientemente en Argentina, Ecuador, Bolivia, mostrándolos como procesos sociales “revolucionarios” , “antisistémicos” de “rebelión”, y afianzándose aún más esta mistificación con el surgimiento de los gobiernos de izquierda en esos y otros países.

Pero ni en Bolivia, ni en Ecuador ni en Argentina han ocurrido luchas revolucionarias: en el primer caso el MAS fue el fiel de la balanza que sirvió para encauzar la combatividad y el descontento a la derrota, mismo papel que jugaron primero los militares y luego las organizaciones indígenas y la izquierda política en Ecuador. En tanto que en Argentina, en la famosa revuelta del 19 y 20 de diciembre de 2001, nunca los trabajadores lograron deshacerse del aparato de control sindical, en tanto que los que se movilizaron “autónomamente”, (desocupados o piqueteros) finalmente fueron también mediatizados y atados aun más la dependencia del Estado la mayoría, y otros a falsas expectativas de una vida de supuesta evasión del capitalismo, bajo la forma de ocupaciones de fábricas y autogestión de la miseria.

Pretender que Latinoamérica es hoy la vanguardia de las luchas antisistémicas en el mundo, es un discurso que en ocasiones implica también la propagación de una serie de falsedades que empujan al proletariado a alejarse de sus propios objetivos y métodos, al tiempo que se busca echar por tierra toda recuperación de la experiencia histórica de clase y se vierte veneno sobre todo lo que tenga que ver con el marxismo. Esto en sintonía con toda una tendencia ideológica mundial que propaga el fin de la clase obrera como sujeto preponderantemente revolucionario, la inutilidad de su organización política centralizada, y el repudio a todo programa que plantee la toma del poder, equiparando falsamente las experiencias revolucionarias del proletariado con el fracaso del capitalismo de estado soviético, augurando que toda lucha que se plantee una perspectiva de poder, está condenada al fracaso.

En su lugar, se difunden las ideas de que los “nuevos sujetos”, los “pueblos” la “multitud” o las minorías (indígenas, homosexuales, etc.) han de ocupar el papel de transformadores sociales, recurriendo no a la lucha revolucionaria, sino a levantar banderas parciales (ecologismo, diversidad sexual, defensa de la cultura) y a buscar falsas salidas al capitalismo: autogestión económica, cooperativas, tomas de fábricas, etc.

Esto en el mejor de los casos, cuando no se apela a los recursos más falsarios del capital como el “Socialismo del Siglo XXI” y toda la defensa de los gobiernos de izquierda que no son sino otra variante del estado capitalista. El discurso teórico antimarxista en torno a los movimientos sociales, y el avance de los proyectos nacional estatistas, lejos de oponerse, son dos caras de la misma moneda: ambos van encaminados hacia el reforzamiento de los controles de la burguesía sobre los trabajadores y demás oprimidos.

También en México sindicatos y partidos cumplen su papel de contención y desvío.

Los últimos episodios de la lucha de clases han mostrado cuán férreo puede ser el control ideológico y político con tal de impedir el surgimiento de movilizaciones realmente por fuera del ámbito del estado y la democracia. Es un control que pasa por la represión encarnizada a los luchadores sociales como ocurrió en San Salvador Atenco y Oaxaca en 2006, por el ataque a los obreros en Sicartsa ese mismo año, y por la criminalización ascendente de toda protesta que vaya más allá de los márgenes del propio régimen. Sin embargo, también es un control sutil que lleva al desvío, contención y mediatización de la combatividad y el descontento, encaminándolos hacia falsas luchas, como en el caso de la APPO, que desvió la lucha magisterial al campo de las pugnas interburguesas, y, mas recientemente, del SME, que ha llevado a los trabajadores al abismo de la confianza en la legalidad, la defensa del sindicato y de la empresa, alejándolos de sus propias reivindicaciones.

Plantear hoy que la posibilidad de la insurrección pueda bajo estas circunstancias estar a la orden del día, como han hecho algunos compañeros agrupados en La Otra Campaña, implica ignorar de plano que no se han roto las ataduras que impiden la organización autónoma y de clase que toda insurrección plantea: incluso dentro de dicho esfuerzo organizativo se ha tenido que enfrentar la inercia burocrática y pasividad que predomina.

Pero sobre todo, pensar que la insurrección revolucionaria puede derivarse de un plan preestablecido, es tan equivocado como suponer que la revolución vendrá sólo porque esta es necesaria.

En contraste con esta perspectiva voluntarista y romántica, la realidad de la lucha de clases en este país muestra una situación bastante alejada de modificarse de la noche a la mañana, ya sea porque uno u otro grupo propague exitosamente sus proclamas radicales (<< ¡Váyanse o los Sacamos! >>) o porque haya llegado el momento del supuesto ciclo histórico (“Nos vemos en 2010”). Las movilizaciones proletarias han estado presentes, es cierto, pero no bajo la forma de la huelga de masas que conlleva la insurrección, sino aun de modo incipiente, y sometidas la mayoría de las veces al control sindical y de partidos. La última movilización espontánea y masiva ocurrió en 2005 con los trabajadores y trabajadoras del IMSSS, ahí se vieron enfrentados al aparato sindical y al estado en su conjunto, pero rápidamente, una vez asestado el golpe que significó el cambio en el Régimen de Jubilaciones y Pensiones, el sindicato logro recuperarse y asestar nuevas derrotas. En 2009, medio millón de trabajadores han salido a las calles de la Ciudad de México a marchar poco después de que el gobierno anunciara la liquidación de Luz y Fuerza y echara a la calle a más de 40 mil empleados; pero rápidamente la combatividad fue contenida poniéndose el sindicato al frente de las protestas. Hoy el SME plantea la consigna de organizar la “Huelga General”, pero lo que en realidad se oculta detrás de esta maniobra, es la desarticulación de la lucha económica y política, a fin de infligir nuevos golpes al conjunto de la clase obrera.

<<Estamos convencidos que existen condiciones para acciones en favor del derrocamiento de la burguesía y la apropiación de los medios de producción >>, expresa el “Manifiesto Anticapitalista 2010”, suscrito por un conjunto de adherentes a la Otra Campaña zapatista que han conformado una especie de bloque o tendencia insurreccionalista en ciernes.

Efectivamente la situación mundial de crisis por la que atraviesa el capitalismo pone a la orden del día la necesidad de mostrar a la clase trabajadora que es necesario acabar con dicho sistema como única salida verdadera a la crisis, y en general como único modo de detener la carrera desbocada a la barbarie y destrucción planetaria que el capitalismo conlleva como única posibilidad.

Pero de ahí a plantear que están dadas las condiciones para el cambio revolucionario, hay un abismo que es el mismo que dista entre el ánimo combativo de muchos y su comprensión cabal de la realidad de la lucha de clases.

Seguramente surgirán nuevos llamados en tal sentido de aquí en adelante, e incluso habrá quienes simplemente pasen a la acción armada y espectacular proclamando que <>. Pero las insurrecciones revolucionarias no surgen de la nada, ni aún de las proclamas, ni de la decisión de los más hartos y valientes.

Lo que viene será una escalada en los golpes de la burguesía a la clase trabajadora, con tal de recuperarse de la crisis, golpes de acompañados de más y más dura represión: el estallido de artefactos explosivos en distintas partes del país por parte de supuestos grupos ambientalistas, ácratas y seudo comunistas, parece en este sentido más bien parte de un montaje del Estado Mexicano destinado a desvirtuar cualquier expresión verdadera y así poder reprimir selectivamente a revolucionarios y luchadores sociales.

Pero también el estado estará presto para aprovechar cualquier brote de descontento legítimo que amenace con cuestionar su dominio, para llevarlo a la trampa de nuevas maniobras y derrotas, como las que ha ensayado ya en Oaxaca y más recientemente, con el SME.

El aventurerismo de nuevos grupos guerrilleros que pudieran aprovechar el momento para hacer su aparición mediática, así como la acción desesperada de algunos que se dejen arrastrar por la emoción del momento, pensando que la revolución a llegado, lejos de contribuir a la organización y conciencia que la lucha contra el capitalismo requiere, podrían involuntariamente tener resultados contraproducentes.

La lucha del proletariado requiere de la organización consciente, con una perspectiva mundial y revolucionaria.

Bajo el capitalismo la huelga de masas condiciona la posibilidad de la insurrección. Pero esta a su vez no puede entenderse sino como la antesala a la toma del poder mediante la destrucción del Estado. Es, por ello, la huelga de masas el anuncio del momento revolucionario: es cuando la posibilidad de la revolución ha llegado que la insurrección se hace presente, y no al revés. Las huelgas salvajes, como expresión máxima de la espontaneidad no son predecibles ni surgen de la convocatoria de tal o cual grupo.

Sin embargo, afirmar que no puede haber manifestaciones de este tipo simplemente porque no las ha habido antes en algún lugar o durante un tiempo prolongado, es una tautología pesimista. El factor que subyace detrás de la posibilidad de que la clase proletaria se constituya y exprese en la lucha es el de la conciencia. Es la labor paciente y subterránea de los destacamentos revolucionarios la que contribuye a posibilitar que las luchas aparezcan como de súbito. Y no se trata de que alguna minoría eduque a las masas, pues vanguardia y clase son una misma, por lo que la apropiación de experiencias de lucha y el aprendizaje de nuevas lecciones a partir de los logros y fracasos son una tarea en la que toda la clase esta involucrada.

Es la clarificación de estas experiencias, el análisis del panorama presente y la defensa sin concesiones del programa proletario, el deber de todo compañero que trate de contribuir con su esfuerzo a la posibilidad del cambio revolucionario.

En este sentido, puede resultar desastroso que quienes se reclaman de la tradición marxista asuman un programa de lucha parcial, rebajado, o una política de alianzas confusa; en aras de “no imponer” y “sumar fuerzas”. Y más riesgoso aún, que se pierda la perspectiva del conjunto de los acontecimientos, dejándose arrastrar en la desbocada carrera de la desesperación, desesperación que nada tiene que ver con el largo camino de construir la Huelga Política General como se ha planteado, sino que pretende avanzar paralelamente al desarrollo de métodos confusos como la “desobediencia civil”, o adversos de plano como la “lucha armada revolucionaria.”

La nueva crisis del capitalismo ha abierto una vez más la posibilidad de plantear su destrucción revolucionaria como única posibilidad de futuro para la humanidad. Los combates recientes en Alemania y Francia (con huelgas en el sector ferroviario y antes con la protesta contra la Ley del Primer Empleo), Gran Bretaña (donde huelgas de solidaridad han logrado reinstalar a trabajadores despedidos) y Grecia incluso, marcan el inicio de un posible nuevo ciclo de movilizaciones autónomas que pudieran a la larga ser el antecedente de algo más. Incluso en América y en México mismo, algunas movilizaciones pequeñas pero significativas y en especial, el avivamiento de la intervención y el debate entre revolucionarios, apuntan en el mismo sentido esperanzador. Pero hoy, como antes, este cambio histórico solo puede darse a partir de la organización y la lucha mundial de todo el proletariado para derrocar al Estado, hacerse del poder político e imponer su dictadura, como paso previo a la construcción de la sociedad comunista, el mundo que queremos.


¡ALERTA TRABAJADORES DE MÉXICO!

Por la construcción del partido revolucionario del proletariado en México.

Enero de 2010.